quinta-feira, novembro 03, 2011

Outra vez o Annapurna

A face sul do Annapurna voltou a fazer vítimas, desta feita as vítimas são sul-coreanas e entre elas está o pioneiro e grande figura nacional Park Young-seok.
O alpinismo é um tema apaixonante, não pelas desgraças, mas pelo feitos sem desgraça, contudo, não estou com hipóteses de hoje me debruçar sobre o dito. Assim sendo, vou-me socorrer de dois artigos que hoje encontrei no El Pais e que achei interessantes.

La pureza del alpinismo o el circo de la montaña 
El alavés Juan Vallejo, que ha subido nueve ochomiles, defiende el estilo alpino, el de los orígenes, en lugar de las rutas masificadas
¿Cuál es el verdadero alpinismo? Hay diferentes estilos de ascensión, y diferentes modos de vivir la montaña. Está el alpinismo de rutas normales y que anda también por rutas difíciles ya conquistadas. En él prima la seguridad y el alpinista está muy arropado. Y está luego el que es para mí el verdadero alpinismo, en el que el compromiso se dispara, en el que estás solo, sientes el riesgo, pero también la mayor satisfacción. En esta segunda vertiente, la forma de afrontar la escalada es la más limpia, al estilo alpino, sin cuerdas fijas, sin campos de altura ya establecidos. Cuando en esa situación sufres un accidente a 7.000 metros, la retirada es casi imposible, como le ha sucedido a los tres surcoreanos en la cara sur del Annapurna. Entonces no tienes un cordón umbilical que pueda salvarte, sino que has de montarte los rápeles e intentar salvar la vida. 


El estilo alpino es la defensa de la pureza. Es una vuelta a los orígenes, a cómo se escalaba en los Alpes. De ahí su nombre. Entonces la gente salía de su casa con una mochila con todo lo necesario, escalaba y regresaba. Eso, claro, es muchísimo más complicado en las grandes montañas, pero el espíritu de esos primeros montañeros sigue vivo. Llevar una mochila con más de 15 kilos de peso para intentar subir a más de 8.000 metros es una empresa más que complicada. Pero supone también enfrentarte a la montaña con tus propios medios. Cuanto más cuesta, más satisfacción encuentras. No es lo mismo ir al Everest con todas las ayudas que ir tú solo. En esos momentos, la satisfacción es infinita. 


Hoy en día, la gran mayoría pisa las rutas normales y masificadas. Pero el otro alpinismo nunca se perderá. Siempre existirá el alpinismo puro. Cada una tiene un valor diferente. En el estilo alpino no se busca la fama. Sí, las posibilidades de éxito y la seguridad son mayores en la otra vía, y la gente se fija más en los Juanitos y Edurnes. En la otra vertiente hay mucha gente anónima. Yo entiendo el alpinismo al estilo puro. Defiendo el alpinismo de pocos medios, porque es una lucha de igual a igual. Eso es lo más bonito y lo que da más satisfacciones. Es lo que más se acerca al ideal del alpinismo. El circo está muy bien para quien quiera simplemente coleccionar ochomiles. Ascendí el Annapurna en 1999 por la carta norte. Tanto esta como la sur tienen muchas muertes a sus espaldas. La norte es más sencilla técnicamente, pero la sur, más escarpada, es con la que sueña todo alpinista, la más difícil, también la más peligrosa, y la que tiene un triste historial, pero ahí viven nuestros sueños. Juan Vallejo, alavés de 41 años, ha subido nueve ochomiles entre 1995 y 2010.





La cara sur del Annapurna, otra vez dramática 
Corea del Sur llora la desaparición de tres alpinistas, entre ellos la del pionero Park Young-seok 

La vertiente sur del Annapurna, la primera montaña de 8.000 metros hollada por el ser humano (1950), no es solo un escenario: es un santuario del alpinismo, tan rico en gestas como en desgracias. En esta vertiente brutal de la montaña acaban de dar por desaparecidos a los surcoreanos Park Young-seok, Dong Min-shin y Gi Seok-gang, noticia que ha merecido todos los titulares posibles en el país asiático. Allí, el montañismo es lo que el fútbol en Europa: una religión, quizá menos ruidosa, pero religión a fin de cuentas. El país entero llora la triple pérdida, pero sobre todo lamenta la desaparición de Park Young-seok, el gran pionero, el primer surcoreano en hollar los 14 ochomiles del planeta pero también el único montañero en adjudicarse lo que los norteamericanos llaman el Grand Slam: las siete cimas más elevadas de cada continente, así como la conquista de los dos polos.




El pasado 17 de octubre, los tres coreanos dejaron atrás el campo base de la cara sur del Annapurna dispuestos a lanzar un ataque definitivo a la montaña, a través de una nueva vía en la que llevaban semanas trabajando, un itinerario inédito situado entre la legendaria ruta británica establecida en 1970 y el no menos importante intento de apertura de los franceses Béghin y Lafaille en 1992. Tres días después, y sin noticias de su situación, la Federación Coreana de Alpinismo lanzó un dispositivo de ayuda que llegó a reunir a 19 personas: 14 de ellos sherpas y cinco coreanos. La búsqueda resultó infructuosa y se especula con la hipótesis de que un alud los sepultase o que cayesen al fondo de una de las insondables grietas que pueblan el glaciar desde el que se accede a la pared. La última comunicación del trío con el campo base se registró el pasado 18 de octubre, a las cuatro de la tarde, cuando Park Young-seok avisó de su retirada debido a una climatología adversa así como a las frecuentes caídas de piedras que encontraron durante su avance. En el momento de dar marcha atrás, se encontraban a 6.400 metros. El equipo de rescate solo ha podido dar con una cuerda, semienterrada bajo cuatro metros de nieve. 

Park Young-seok se había ganado el respeto de la comunidad internacional de alpinistas con la apertura de un nuevo itinerario en la vertiente suroeste del Everest, en 2009, nueve años después de convertirse en el octavo hombre en sumar los 14 ochomiles del planeta. En la reducida lista de los llamados catorce ochomilistas (una veintena de hombres y mujeres) figuran tres coreanos más, lo que revela la atracción del país asiático por una actividad muy relacionada con el orgullo patrio. Su visita a la sur del Annapurna no hacía sino confirmar su trayectoria: aquí, el compromiso se escribe siempre con mayúsculas y las gestas casi siempre se pagan con pérdidas. Por eso hoy en día todavía se mira con asombro y veneración la gesta inglesa de 1970, que colocó en la cima principal del Annapurna a Dougal Hastan, Don Whillans e Ian Clough (este último pereció durante el descenso). 22 años después, los franceses Pierre Béghin y Jean Christophe Lafaille trataron de emular a los ingleses abriendo una vía en la misma vertiente. El mal tiempo les obligó a una retirada dramática en la que pereció Béghin al ceder el anclaje de un rápel: Lafaille, horrorizado (tardó años en olvidar la mirada atónita de su compañero precipitándose hacia la muerte), peleó varios días para descender, sin cuerdas, alimentos, y con un brazo fracturado por el impacto de una roca. Su caso todavía se recuerda como uno de los ejercicios de supervivencia más impresionantes. Años más tarde, en 2002, Lafaille y Alberto Iñurrategi firmarían la segunda repetición de la travesía de la arista este del Annapurna, el mismo ejercicio en el que Iñaki Ochoa de Olza perdió la vida el 23 de mayo de 2008 al sufrir un doble edema, cerebral y pulmonar. 

Pero entre tanta épica y tantas pérdidas, el alpinismo español tiende a olvidar la enorme y adelantada hazaña de los catalanes Enric Lucas y Nil Bohigas: en 1984, la pareja abrió un nuevo itinerario en la pared sur, en estilo alpino, alcanzando la cima central del Annapurna. Fue una gesta de tal calibre que casi 30 años después apenas ha tenido réplicas en nuestro alpinismo.

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